Cómo mantener un microbioma cutáneo sano
¿Sabías que mantener una microbiota cutánea equilibrada tiene mucho que ver con afecciones en tu piel?
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La flora cutánea normal o microbiota cutánea está formada por millones de microorganismos que se encuentran de forma habitual en la piel sana creando una barrera microbiológica. Entre ellos encontramos virus, bacterias y parásitos que conforman un ecosistema en permanente equilibrio entre la piel y el medio externo. La microbiota de cada persona es única y diferente, y varía en cada región de nuestro cuerpo.
Estos microorganismos tienen un papel beneficioso y fundamental en nuestra piel a muchos niveles:
Pero, como todo en la vida, cuando se altera el equilibrio entre estos microorganismos beneficiosos (comensales) y los patógenos, pueden producirse muchas enfermedades de la piel.
Para entenderlo mejor, veamos algunos ejemplos de cómo actúa nuestra microbiota comensal:
Las bacterias comensales presentes en nuestra piel evitan la colonización de otros microorganismos patógenos al ya habitar previamente la superficie cutánea.
Por ejemplo, se ha informado que el Staphylococcus Epidermidis expresa un aminoácido (serina proteasa glutamil endopeptidasa) que degrada proteínas que son cruciales para la formación de biopelículas de Staphylococcus Aureus (patógeno causante de muchas infecciones cutáneas) y la adhesión epitelial del huésped¹.
En diversos estudios se demostró que Staphylococcus Epidermidis y Staphylococcus Hominis producen antibióticos que pueden sinergizar con el péptido antimicrobiano de catelicidina humana LL-37 e inhibir el crecimiento de S. aureus².
Tanto es así, que se observó que las cepas de S. epidermidis y S. hominis que producen estos antibióticos no estaban presentes en individuos con dermatitis atópica, que con frecuencia son colonizados con S. aureus. Y más interesante aún, al aplicar tópicamente estas cepas productoras de antimicrobianos se disminuyó la colonización de S. aureus, lo que demuestra el potencial de los probióticos².
Los residuos celulares son restos producidos por células muertas (corneocitos) del estrato córneo, sebo oxidado y sudor, queratina degradada, contaminantes y sustancias exógenas.
La microbiota actúa en su descomposición de varias maneras:
Algunas bacterias de la piel (como Cutibacterium acnes, Staphylococcus epidermidis o Corynebacterium) liberan enzimas que degradan lípidos, proteínas y otros compuestos:
Esto permite que se reduzcan acumulaciones que podrían taponar poros y se mantenga el equilibrio del manto ácido protector.
La microbiota compite con patógenos por espacio y nutrientes. Al degradar residuos celulares evita que los compuestos sirvan como «alimento» para bacterias nocivas. Así, se reduce inflamación y riesgo de infecciones (como acné o dermatitis).
Los metabolitos producidos por la descomposición (ácidos grasos libres, péptidos, etc.) pueden ser absorbidos por queratinocitos y ser usados en procesos regenerativos. Además, contribuyen al pH ácido de la piel, inhibiendo microbios dañinos.
Las investigaciones ponen en alza varias medidas:
Ambas están íntimamente relacionadas en lo que se denomina eje intestino-piel. Existe un fuerte vínculo entre ambas: la salud intestinal influye directamente en la piel, incluyendo en su microbioma. Si hay alteraciones en el intestino, se manifestarán a nivel tópico. La alimentación juega aquí un papel fundamental, pues el equilibrio microbiano cutáneo no depende solo de lo que aplicamos externamente, sino también de lo que consumimos.
El intestino y la piel están conectados a través del sistema inmunológico y el sistema nervioso. Una microbiota intestinal equilibrada favorece una piel sana, mientras que desequilibrios digestivos (disbiosis) pueden provocar inflamación sistémica, acné, dermatitis o incluso envejecimiento prematuro.
Los alimentos que favorecen un microbioma cutáneo sano pasan por frutas y verduras frescas (ricas en antioxidantes), fibra no digerible (o almidón resistente), probióticos (microorganismos vivos beneficiosos), ácidos grasos omega-3, y no menos importante, beber suficiente agua altamente rica en electrolitos. El agua favorece el equilibrio del sebo, la eliminación de toxinas y la función barrera, beneficiando indirectamente al microbioma.
De la misma forma, también existen alimentos que pueden alterar el microbioma cutáneo. Por ejemplo, el azúcar refinado y alimentos ultraprocesados, grasas trans, alcohol en exceso o, incluso, lácteos industrializados (con hormonas o azúcares añadidos).
El microbioma cutáneo está formado por microorganismos que forman un ecosistema delicado, y uno de los factores que más lo alteran es el uso excesivo o inadecuado de productos de limpieza agresivos. Estos limpiadores arrasan con todo: eliminan no solo la suciedad, sino también las bacterias protectoras y lípidos naturales. Esto provoca que el pH natural de la piel se altere favoreciendo el crecimiento de microorganismos patógenos. Esto provoca piel seca, irritada, sensible, brotes de acné o eccema y disbiosis cutánea (desequilibrio microbiano).
¿Qué puedes hacer? Opta por productos con fórmulas respetuosas con la barrera cutánea y el microbioma:
Y, por último…
No son microorganismos vivos, sino sustratos como Inulina, Alfa-glucano oligosacárido, Xilitol, Lactitol, Beta-glucanos y otros polisacáridos.
Actúan directamente sobre la microbiota cutánea ejerciendo un impactante efecto sobre ella, al servir como alimento de las bacterias comensales. Por ello son ideales para tratar pieles con hipersensibilidad, alergias, rosáceas o dermatitis.
Te comparto mi línea de tratamiento facial favorita:
¡Ahora ya sabes qué debes hacer para cuidar tu piel desde dentro!
Lve
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